Bibliothèque Aristotélicienne Universelle - Royaumes Renaissants
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 El Libro de las Hagiografías. Los Santos Antiguos

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Hsmeduardo
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MessageSujet: El Libro de las Hagiografías. Los Santos Antiguos   El Libro de las Hagiografías. Los Santos Antiguos Icon_minitimeSam 17 Déc 2011 - 20:22

Citation :
San Bernardo



La muy edificante, inspiradora y piadosa vida de San Bernardo, fundador de la orden del Císter (llamada también “Ordo Cisterciensis”), Santo patrón de los cruzados y de los caballeros de Dios.

Sus comienzos

Bernardo nació en 1090 en Dijon, de un padre caballero influyente en la corte del duque de Borgoña y de una madre de una piedad sin límites perteneciente a la alta nobleza. Tecelino, su progenitor, era un hombre de antigua y legítima caballería, fiel servidor de Dios y estricto cumplidor de la justicia. Pasó su juventud con sus muchos hermanos y hermanas recibiendo toda la bondad que dos padres pueden dar a sus hijos. Más adelante tiene acceso a la mejor y más piadosa educación posible. Aprende las lenguas modernas al igual que las antiguas, se inicia en las artes políticas y de la guerra. Aprende a apreciar el arte y comienza a destacar en el manejo de la retórica, que le sería de gran utilidad más adelante.
En aquel tiempo, su madre tuvo un sueño muy extraño, que presagiaba el futuro del niño. Soñó que daba a luz a un rugiente león, grande y fuerte; tenía todo el cuerpo dorado a excepción de la espalda, que era blanca.
Invadida por un vivo temor a este sueño, fue a consultar a un religioso que, recibiendo en ese momento el don de la profecía por medio de Oane, a quien dijo el Altísimo: <>. Entonces le respondió a esta mujer a la que el miedo y la ansiedad agitaban: <>.
La mujer, para adorar a Dios, decidió hacer construir una iglesia en Dijon que más tarde debía pasar del clero secular al clero regular de manos de San Bernardo.
Bernardo se forjó una reputación de gran orador y devoto. Se ha dicho incluso que gracias a su fortaleza espiritual, consiguió permanecer casto pese a las proposiciones osadas de las chicas obnubiladas por su físico.
Fue alrededor de su vigésimo cumpleaños cuando Bernardo decidió retirarse del mundo; y consiguió en poco tiempo que su punto de vista fuera compartido por todos sus hermanos, por algunas de sus personas más próximas y por muchas de sus amistades.
En este primer apostolado, su poder de persuasión era tal,que, a pesar de su juventud, pronto <>. Ya había en ello algo extraordinario, y sería ciertamente insuficiente atribuirle el poder de <>, en el sentido profano de la palabra, para explicar una influencia semejante. No hace falta reconocer la acción de la gracia divina que, penetrada de alguna manera en toda la persona del apóstol y brillando por su abundancia, se comunicaba a través de él como por un canal, siguiendo la comparación que él mismo emplearía más tarde aplicándola al profeta Aristóteles, y que se puede también, en mayor o menos medida, aplicar a todos los santos.
Algún tiempo después, Bernardo eligió la vía religiosa y se integró en la orden cisterciense, recientemente fundada por una escisión con los dominicos, hoy en día desaparecidos.
Su talento como predicador inigualable fue inmediatamente reconocido en el seno de la orden del Císter.
Rápidamente, la orden cisterciense fue aumentando su importancia en gracias a que Bernardo persuadía a fieles de todo orígen a unirse a la vida monacal. Evidentemente, obtuvo un sitio en el Capítulo, en el que propuso la fundación de una abadía filial cisterciense en su Borgoña natal: La Abadía de “La Bussière sur Ouche”.
Mientras las masas permanecían atentas a los labios de aquel que se hacía comprender, y aprendían con temor sobre los herejes y cismáticos, del que se convertiría en el primer abad de La Bussière, organizándose con la nobleza local.
El primero que respondió a la santa llamada de Bernardo fue el Barón de Sombernon, que propuso uno de sus señoríos, situado cerca de Dijon, para que fuera fundada allí la Abadía. Bernardo aceptó de inmediato y bendijo al Barón en el transcurso de una misa celebrada en dicho señorío, a la que asistieron numerosos fieles de Borgoña que fueron seducidos al instante por el gran predicador que Bernardo estaba hecho, el cual se convirtió entonces en el primer abad de La Bussière en cuanto concluyeron las obras, que terminaron poco después. La abadía de La Bussière se implantó, por tanto, en Borgoña y la apertura de una escuela en el seno mismo de la abadía contribuyó enormemente a su reputación y también a enseñar el aristotelismo a los fieles del lugar. Tan pronto como estuvo abierta, y gracias a la reputación de su abad, muchos nobles fueron a visitar los muros de la abadía para su retiro. Esta proximidad a los grandes políticos de la época permitió a Bernardo volverse cada vez más influyente.


La Abadía de La Bussière sur Ouche.

El Libro de las Hagiografías. Los Santos Antiguos Bussiere-1

Su reputación entre las autoridades laicas y religiosas locales llegó pronto a los muros de la ciudad sede de los Papas, a donde fue invitado. En Roma disfrutó de bibliotecas para instruirse y conoció a las figuras más destacadas de la religión en la época. Convenció a varios con su discurso de la buena fe de la orden cisterciense, que consiguió ser conocida en Roma. Sin embargo, la abadía reclamó a su abad para otros menesteres. De vuelta en La Bussière, Bernardo se propuso entablar relaciones diplomáticas con las recientemente surgidas órdenes militares y religiosas, surgidas por el redescubrimiento de las enseñanzas de Kirsten. Aquellos que fueron más decididos a la hora de responder a la llamada del abad fueron los Caballeros de una Orden Militar Romana, que todavía hoy están anclados profundamente en la abadía de La Bussière, donde han contribuido notoriamente en el establecimiento de la escuela que todavía hoy es el orgullo de La Bussière.

Su compromiso militar-religioso

Este acercamiento a la caballería, mundo que ya conocía bastante gracias a su padre, le empujó a decidirse para fundar un brazo armado al servicio de la Iglesia. Realizó cuantiosas búsquedas teológicas que dieron como resultado numerosos escritos como su famoso ensayo: La santa y justificada violencia, referencia teológica de todos los caballeros de Dios.

La Santa y Justificada Violencia (extracto) a écrit:
Estas palabras de San Bernardo sobre “los caballeros de Dios” recuerdan a todo aristotélico que la vida es un combate dirigido por Dios, cuyo resultado es seguro, pero se obtiene a un precio que se debe pagar con orgullo: el don de nuestras vidas. (…) Porque él no lleva la espada sin razón: es el ejecutor de la voluntad divina, sea para castigar a los malhechores o para glorificar a los buenos.

Mientras que, posteriormente, el Papa Honoro II convocó un Concilio a propósito de las órdenes religiosas, Bernardo se implicó enormemente predicando el reconocimiento de varias de esas órdenes. Utilizó su influencia y se convirtió en la figura de este Concilio. Convenció a los reyes de Francia y de Roma (el Santo Emperador Germano) al igual que a Su Santidad de que era correcta la fundación de estos agrupamientos de fieles que combatían en nombre de Dios. No obstante, Bernardo era un hombre de paz, y escribió un proyecto de reglas para las Órdenes Militar-Religiosas conciliando el estado monástico y el ideal caballeresco, asentando las bases de lo que más tarde sería la Congregación Romana de los Santos Ejércitos.
En el seno del Concilio, Bernardo se enfrentó con Abelardo, un teólogo oscuro pero influyente, convencido de la pequeñez del hombre pero igualmente ortodoxo, al que Bernardo preguntó:

Citation :
¿Es así como los secretos de Dios son puestos al día y las más altas cuestiones arrojadas al viento?

Al término de este concilio, Bernardo trató de convencer a los caballeros de Dios recientemente reconocidos para ir a reconquistar la Tierra Santa. En la Pascua Aristotélica, Bernardo predicó una cruzada en la ciudad de Vezelay, enmarcándola en un ideal de paz y unidad. En Navidad, predicó en Spire. Intervino también en Mayence, en un misericordioso acto de bondad, para impedir la masacre de espinosistas por los fanáticos adoctrinados por los poderes laicos. Admirado por todos, varios le siguieron por los caminos hacia Tierra Santa para hacer cruzada allí bajo su santa dirección.

Citation :
Que sean arrojados lejos de la ciudad del Señor aquellos que cometen las injusticias, aquellos que se esfuerzan en robar las invalorables riquezas que Jerusalén guarda al pueblo aristotélico, aquellos que quieren mancillar los Lugares Santos y apropiarse de los santuarios de Dios. Que las espadas de los fieles sean alzadas sobre la cabeza de los enemigos, para destruir a cualquiera que se levante contra la fe de Dios, que las naciones no se pregunten: ¿dónde está Dios?”

Por el camino, los caballeros de Dios encontraron varios peregrinos y fieles que se unieron a ellos. Atravesaron la Dalmacia y llegaron a Grecia, donde se separaron a la búsqueda de los santos lugares mencionados en la Vita de Aristóteles antes de reformarse. Atravesaron la Tesalónica donde fueron recibidos con indiferencia para finalmente llegar a las puertas de Constantinopla, donde los aristotélicos de Oriente les brindaron su hospitalidad como si fueran sus hermanos, pese a ser una religión diferente. Los caballeros continuaron sus rutas entres valles y llanuras de la Anatolia antes de finalmente llegar a las puertas de Antiocha, donde emprendieron el sitio, con el apoyo de algunos aristotélicos locales fieles a la verdadera fe.

San Bernardo de La Bussière predicando la cruzada.

El Libro de las Hagiografías. Los Santos Antiguos Saint-Bernard_pr%C3%AAchant_la_2e_croisade%2C_%C3%A0_V%C3%A9zelay%2C_en_1146

Poco después, animados y excitados por su fe, los cruzados se lanzaron al asalto de los muros de la Antiocha. Los averroístas que controlaban la villa entonces eran más numerosos que los cruzados, pero ellos se batían con poco ardor y convicción, mientras que los cruzados parecían inagotables. Ante el ardor de sus tropas, Bernardo comenzó, como si quisiera probar algo a alguien:

Citation :
Viven sin tener nada propio, ni siquiera su voluntad. Vestidos de manera simple y cubiertos de polvo, tienen el rostro quemado por los ardores del sol, la mirada fiera y severa. Con la cercanía del combate, se arman por dentro de fe y por fuera de hierro; sus armas son su único complemento; se sirven de ellas con valor en el más grande de los peligros, sin temer el número ni la fuerza de los Bárbaros: toda su confianza esta en el Dios de las armas; y combatiendo por Su Causa, buscan una victoria segura o una muerte santa y honorable. ¡Este es el tipo de vida en el que podemos esperar la muerte sin temor, desearla con alegría, y recibirla con seguridad!

Los combates continuaban y la sangre infiel bañó la tierra santa, pero Bernardo estaba convencido de que esto era la voluntad de Dios. Finalmente, después de meses de batallas intensas, Jerusalén volvió a ser aristotélica, poniendo fin a la reconquista de Tierra Santa. Los cruzados recogieron varias reliquias, erigieron numerosos fuertes y dividieron Tierra Santa en numerosos condados que se repartieron justamente según el mérito del que hubieran hecho prueba durante la cruzada. Al mismo tiempo, los reinos aristotélicos occidentales habían preparado una importante flota gracias a la cual algunos cruzados, entre ellos Bernardo, pudieron volver a sus hogares.

Su apostolado

Poco comprometido con los caprichos tanto de Papas como de Príncipes, San Bernardo era también un predicador formidable, un escritor de altos vuelos, un asceta exigente y un místico de los más inspirados.
Bastante después, se le pidió a Bernardo que mediara entre dos papas que afirmaban haber ganado respectivamente las elecciones en el Cónclave, Inocencio II y Anacleto. Bernardo media a favor de Inocencio II, y gracias a estos talentos de diplomático experimentado, adquiridos a fuerza de experiencia, convenció al Rey de Francia y al Emperador, así como a numerosas ciudades italianas que estaban a favor de Anacleto. Después de este último episodio, San Bernardo, abad de La Bussière de Ouche, en Borgoña, se retira en su abadía con sus hermanos cistercienses.
San Bernardo pasó sus últimos años en La Bussière, continuando sus estudios en las más diversas áreas, como la cocina, así como cultivando las huertas de la abadía. Se preguntó mucho sobre la vida, sobre la fe; y se lamentó de lo que no pudo llegar a realizar en su vida, rezando para que su sucesor pudiese hacerlo…
Bernardo formó parte decisiva en todas las controversias de su época, pero era un hombre de la Iglesia más que un teólogo, aunque se le concedió el título de Doctor de la Iglesia. Su doctrina, como sus actos, refleja las inspiraciones de una naturaleza mística y contemplativa, pero rápida en irritarse contra todo aquello que pueda alarmar o distraer la piedad; no solo contra todas las herejías, sino contra todas las iniquidades. San Bernardo no fue el fundador de la orden del Císter, pero sí su impulsor, su mayor gloria: la figura más destacada del prodigioso desarrollo de los cistercienses, estos <> que han renovado en profundidad –y duraderamente- la vida religiosa de Occidente.
Denunciante de los descarríos de las otras órdenes religiosas, no cesó en criticar la corrupción de los preceptos de la regla de San Benito: manjares abundantes, coquetería, hábitos y modos de vida principesca, partes de muchos monasterios, como su decoración, pinturas o esculturas que evocan mensajes bíblicos, que son útiles al fiel pero no al monje.

Saint Bernard a écrit:
“Oh vanidad de las vanidades, más insensata que vana: la iglesia resplandece sobre sus murallas pero les falta de todo a sus pobres”. “Sin hablar de la inmensa elevación de vuestros oratorios, de su longitud desmesurada, de su anchura excesiva, de su decoración suntuosa y de sus pinturas placenteras cuyo efecto es atraer sobre ellas la atención de los fieles y disminuir el recogimiento”.

Bernardo de La Bussière exhaló su último aliento un frío día de Enero de 1153, después de haber recibido la unción. Dejó tras él más de 160 monjes en Noirlac, de nueva creación, mientras que la nueva familia cisterciense cuenta ya con cerca de 350 monasterios. Sus reliquias compuestas por su sotana, su armadura, su mitra y su báculo, así como su cuerpo, reposan en la abadía de la Bussière.

El Libro de las Hagiografías. Los Santos Antiguos Ini

=> La Abadía Hija Cisterciense de La Bussière sur Ouche <=

Traducción por Paskui
Revisión por Eduardo de Laguna
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MessageSujet: Re: El Libro de las Hagiografías. Los Santos Antiguos   El Libro de las Hagiografías. Los Santos Antiguos Icon_minitimeSam 17 Déc 2011 - 20:23

Citation :
    Hagiografía de Santa Dominica

    Dominica nació en 1302 en Chinon, Anjou. Chica de unos piadiosos padres aristotélicos, tenía a su tía como la Madre superior del convento de las Hermanas Aristotélicas de Chinon.
    Influenciada por los preceptos de Aristóteles y Christos durante toda su infancia, decidió, a la edad de 15 años, unirse con su tía al convento y a sus quehaceres monásticos.

    Se dedicó al estudio de los textos sagrados y se volvió rápidamente la más instruida de las hermanas. La Madre superior le confió entonces, para sus 25 años, el cargo de celebrar las misas, el de directora de los registros en el seno del convento, y el de la enseñanza de sus compañeras; tareas para la cual su erudición teológica fue apreciada por sus hermanas.

    Su conocimiento sobre las Santas Escrituras fue tal, que el cura de la parroquia de Chinon vino a verla a menudo para estudiar cerca de ella.

    Una sincera amistad aristotélica nació entre estos dos seres consagrados al cumplimiento de la obra de Dios.

    Rápidamente, los fieles de Chinon comenzaron a verla para pedirle consejo sobre el modo en el que debían manejar sus vidas para mantenerse en el camino hacia Dios.

    Cuando su tía falleció, en 1335, sus hermanas la eligieron como nueva Madre superiora, como era de esperar.

    Pero la desgracia cayó entonces sobre Francia cuando comenzó la terrible guerra de los 100 años.

    Chinon fue invadida y conquistada por los ingleses...

    La anarquía se difundía, las ciudades fueron paralizadas por el miedo.

    Sin embargo, en Chinon, la presencia tranquilizadora de la Madre Dominica hizo que los creyentes aristotélicos se reunieran alrededor de ella, en la esperanza y la oración.

    El cura de Chinon, que era muy querido, falleció a su vuelta.
    En estos tiempos de confusión, lejos de Roma y del obispo de Angers que había tenido que evitar su obispado, los fieles de Chinon se encontraron sin cura...

    Lo imposible pasó. A pesar de la imposibilidad, en aquella época, de que las mujeres pudieran convertirse en curas, u oficiar sacramentos; los fieles de Chinon suplicaron a Dominica hacerse su cura.

    Esta petición perturbó mucho a Dominica, que rezó a Dios para que la alumbrara. Fue en mitad de su sueño, que el Arcángel Galadriel le dijo:

    Citation :
    Dominica, Dios no quiso que las mujeres fueran excluidas del sacerdocio. Hizo a los hombres y mujer iguales. Es por eso, que tanto hombres como mujeres, deben poder dedicar su vida a Dios en las mismas condiciones, y alcanzar los mismos cargos en su Iglesia.
    Dios no quiere más esta postura discriminatoria hacia las mujeres.

    Dominica, eres el ejemplo de la mujer digna de los cargos más altos. Es por eso que, serás un ejemplo para las generaciones que vienen.

    Dominica, confía en tus fieles y acepta su petición.

    ¡Dios está contigo!

    Por la mañana, Dominica fue a reunirse con sus feligreses y aceptó hacerse su cura.

    Cumplió su papel con tanto fervor aristotélico, haciendo sermones usando su sabiduría, su piedad, y su amistad aristotélica, que su nombre acabó por llegar a oídos de Roma.

    Se empezó entonces a contar en Roma que un cura de Chinon, del nombre de Dominica, motivaba a la muchedumbre en Anjou, que este cura era un faro en medio del horror de la guerra, una luz de esperanza que llegaba a millares de fieles.

    La Guerra no acababa, y Dominica envejecía... Formó pronto a una joven chica llamada Karine para sucederle.
    Dominica falleció en 1393, la noticia fue acogida por una gran tristeza en el seno de la población de Anjou y numerosos fueron los que vinieron a la ceremonia de inhumación que había celebrado su discípula.

    La noticia llegó hasta Roma que decidió hacer una investigación sobre esta Dominica, que parecía acercarse a una santificación próxima.

    El enviado de Roma que llegó a Chinon se enteró entonces de la verdad sobre Dominica y se escandalizó. Decidió llevar a Karine a Roma para que sea juzgada y condenada por haber violado el Derecho Canónico y ocupado el sitio del cura, una simple mujer, y de haber continuado así la obra impía de Dominica.

    Una vez en Roma, el proceso fue comenzado contra Karine, que defendió con fervor a Dominica, relatando todo lo que había hecho. Los cardenales escucharon con atención las declaraciones sinceras de esta joven chica y decidieron llevar una investigación.

    Durante largos años, Karine defendió con fervor a Dominica, e hizo venir a fieles de Anjou para corroborar los hechos que relataba.

    Y, finalmente, fue en 1418, al final del Concilio de Constancia, que Dominica fue declarada Santa. La Iglesia reconoció entonces que las mujeres debían ser acogidas en la Iglesia como iguales a los hombres y que desde ahora en adelante todos los cargos les serían abiertos.



Traducción por Silencioso
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MessageSujet: Re: El Libro de las Hagiografías. Los Santos Antiguos   El Libro de las Hagiografías. Los Santos Antiguos Icon_minitimeSam 17 Déc 2011 - 20:24

Citation :
San Esteban de Harding


El Libro de las Hagiografías. Los Santos Antiguos Tiennedehardingrj5

"Separados por los cuerpos en las diversas partes del mundo, que están indisolublemente unidos por el alma...
Viviendo bajo la misma Regla, con las mismas costumbres".


El santísimo y pío San Esteban, fundador del orden de Cîteaux (Orden Cistercense), redactor de la regla cisterciense y de la carta de caridad, que durante toda su vida trabajó para la apertura del ideal monástico predicado por San Benito.
Obra de Monseñor Zaguier de Bouviers (según numerosos textos antiguos) y redactada en la Abadía Cisterciense de San Arnvald de Noirlac.

Sus primeros años:

San Esteban nació hacia 1060, en Dorset, región meridional de Albion, en el seno de una familia grande, vieja y noble de Harding. No sabemos demasiadas cosas sobre sus parientes, sí que su padre fue un administrador admirado y apetecible para sus registradoras, para quienes era muy generoso. Sabemos también que Esteban recibió una educación religiosa y práctica, hasta el punto de que sus conocimientos impresionaron a las autoridades religiosas locales.
La sombra sobre su vida se disipa completamente cuando Esteban de Harding elige la vida monástica. A partir de este momento, gracias al asiduo trabajo de los monjes que acogieron al santo, los numerosos escritos y los registros podemos conocer con precisión el desarrollo de su vida.

Sabemos que entró en la abadía Benedictina de Sherborne a la edad de 15 años. Después de un noviciado rápido y fructífero fue nombrado Hermano por el Abad Roger de Lisieux, de origen normando, quien lo llamaba poeta, y sus avanzados conocimientos en Cristología fueron muy útiles para él. Esteban se quedó interno en Sherborne durante cuatro años rezando con fervor y sin tregua. Estos cuatro años los utilizó en leer todas las obras de la biblioteca de la Abadía lo que lo convirtió en un erudito incomparable. Tras el fallecimiento del Abad de Lisieux y la sustitución de este último por un nuevo abad, un tal Richard de MacGroar, de origen escocés, rápidamente fue nombrado por este último capellán, quien además de recompensarlo por sus conocimientos, quería un contrapunto a los franceses presentes en el Capítulo. El Abad MacGroar deseaba que la vida monástica se internacionalizara en lugar de quedarse en una moda francesa. En cierto modo, podemos decir que era un precursor del concepto de globalización y su influencia fue grande sobre San Esteban, que lo transformó en un objetivo y un deber de los cistercienses.

El Libro de las Hagiografías. Los Santos Antiguos Sherborneabbeyib7
- La Abadía Benedictina de Sherborne-

Sin embargo, San Esteban no se quedó de capellán demasiado tiempo ya que el Abad le obligó a nombrar Lector al seminario de Winchester, fundado algunos años antes, así como muchos otros a través de Europa, gracias a cartas patentes de Gregorio VII, que deseaba a una mejor formación de los sacerdotes, lo que a sus ojos resultaba primordial y esencial para luchar contra el Nicolaísmo y la Simonía. Fue en el seno del seminario donde Esteban pudo iniciarse en el aristotelismo, doctrina entonces reservada para una pequeña élite perteneciente al seno de los prelados y de los teólogos más eminentes. La afirmación de la sociabilidad del hombre fue impactante. Esteban descubrió entonces la futilidad del ideal monástico benedictino, el cual intentó reformar.

Canterbury y Roma:

San Esteban se trasladó a Canterbury, sede de la primacía de las afueras, bajo la protección del nuevo arzobispo, Balduino de Exeter, cercano a la familia real, en Normandía. Stephen, de altos preceptos, se convirtió en clérigo secular, mientras que el arzobispo le encomendó el decanato de la catedral. Stephen Harding tenía entonces 25 años. Los teólogos de la ciudad y sus colegas del claustro de la catedral fueron mucho más receptivos a sus propuestas de reforma de la Orden Benedictina ya que estaban al tanto de los acontecimientos de ese momento en Roma. San Esteban era admirado por sus sermones y fue nombrado Señor por el Rey Enrique II.

Finalmente, Monseñor Baudoin le propuso a Esteban efectuar una peregrinación a Roma. Estaba entusiasmado y quería sacar provecho de la ocasión para discutir sobre su ideal con numerosos de teólogos del continente. Esteban se preparó y separó algunos céntimos para el viaje antes de inaugurar la campana mayor después de una misa corta celebrada en el coro de la catedral.

Su viaje se inició cruzando canales y fue más bien tranquilo, según palabras de Esteban. Tomó luego dirección París, dónde hizo sólo una parada breve, decepcionado por los teólogos de la ciudad. Luego siguió la Vía Agripa que lo llevó hasta Roma pasando por las principales ciudades italianas.

En Bolonia la universidad le proporcionó una buena casa y sus opiniones no fueron tan criticadas como lo fueron en Florencia. Sin embargo, las condiciones meteorológicas estaban con él.

Al llegar a Roma se sumergió en la lectura de un libro sobre Aristóteles. Descubrió los Panegíricos y el Asedio de Aornos, que devoraba, pero resultaban muy decepcionantes para él ya que no encontraba argumentos para apoyar sus ideas reformistas. Se hizo amigo del arzobispo de Lyon y Primado de las Galias, Hugo de Borgoña. Después de eso, Esteban se hizo muy popular sobre todo gracias a los debates teológicos que organizaba y dirigía en la Facultad de Teología en Roma. Entró en el círculo de confianza del Papa, pero su arraigado aristotelismo le valió múltiples críticas. Finalmente, prefirió seguir al arzobispo Hughes, que volvía a su diócesis.

Molesmes y Citeaux:

La travesía por la Vía Agripa se llevó a cabo sin ningún problema, por aquel entonces esa zona no estaba infestada de Leones de Judá como lo está hoy en día. Llegó a Lyon, Esteban llegó a conocer a Robert de Molesmes, que tenía el mismo objetivo santo y noble que él. De hecho, Robert había querido reformar también la vida monástica y fundó una abadía, la abadía de Molesmes. Sin embargo, la abadía tenía enormes problemas. Construida en una colina, en tierras estériles y lejos de la ciudad, un lugar que nadie quería, la abadía se estaba hundiendo en la pereza. Inicialmente, las instalaciones se componían de chozas hechas con ramas en torno a una capilla dedicada a San Huberto. Enseguida se convirtió en la casa de los nuevos monjes, reacios a tanta austeridad. Estos monjes estaban desesperados y no quería seguir las enseñanzas de Robert, aún más drásticas, y continuaron según la Regla de San Benito.

No obstante, Esteban prometió a Robert ir a ayudarle a Molesme, pero después de pasado algún tiempo, la tarea se revelaba tan ardua que Robert y Esteban decidieron buscar una solución.

Ambos monjes tenían un sueño, el de fundar monasterio en un mundo de verdad, una tierra fértil y acogedora. Pero para conseguirlo había que obtener una concesión por parte de un señor o de un terrateniente y pocos se habían pronunciado a favor de una reforma de la que era entonces la orden más poderosa de Europa. Sin embargo, Esteban estaba convencido de sus ideas, por su originalidad, pero también por su seriedad. Seduciría a un vasallo importante de Su Majestad. Este noble fue Renaud de Beaune. Esteban entró en la Corte, lo sedujo con su discurso y el vizconde de Beaune le ofreció una tierra fértil en medio de un gran bosque.

El Libro de las Hagiografías. Los Santos Antiguos Citeauxkc7
-Abadía de Citeaux-

Con algunos monjes de Molesmes, Esteban Harding y Robert fundaron la abadía de Citeaux. En un primer momento la nueva comunidad trabajó para despejar la tierra. Vendieron leños y pudieron comprar piedras para embellecer su abadía. Durante el primer año, los monjes sacaron beneficios del campo. La cosecha fue muy variada. De hecho Stephen y Robert se organizaron para cultivar todas las tierras de los dominios del enorme monasterio, es decir, para cosechar tanto como fuese posible. Con la técnica de la rotación de cultivos trienal los monjes lograron cosechar una cantidad de verduras, pero también una cantidad de grano, ya fuese de trigo (los Hermanos se convirtieron en panaderos), el lúpulo (los hermanos cerveceros lo convirtieron en cerveza y licores variados) o la cebada. Se vendieron los excedentes a los habitantes del pueblo, lo que permitió a la abadía ganar grandes sumas de dinero. La estructura estaba allí, sólo requería organización para que la regla de una orden monástica fuese sólida.

Sin embargo, los inicios de Citeaux no siempre fueron fáciles. Había discusiones en la nueva abadía y la causa principal era principalmente si Robert de Molesme o Stephen Harding debería ser elegido abad. Los monjes se dividieron en dos facciones y el caos se adueñó de la casa hasta que el sabio San Esteban decidió reconocer a su hermano como abad para poner fin a la devastación causada por la desunión de los llamados ya en aquel momento cistercienses.

Dicho esto, los monjes de Molesme fueron a Citeaux para arrepentirse e implorarle a Robert que volviese a ser su abad a cambio someterse a los principios y las costumbres de Citeaux, lo que aceptó. Esteban Harding y Robert fueron capaces de llevar a cabo la reforma de la vida monástica.

La Carta Caritatis:


Tras la partida de Robert, Esteban fue nombrado abad por aclamación. Como primera medida nombró a su hermano Alberico Prior de la Abadía. Mientras tanto, el ideal monástico cisterciense se replanteaba en Francia y se hizo urgente el establecimiento de las estructuras de un nuevo orden. Stephen se inclinó por la realización de un texto fundacional común para todos los hermanos cistercienses.

La nueva norma establecía los valores fundamentales de la Orden Cisterciense: la caridad (que consiste en asistir a los pobres y la negativa y el rechazo del egoísmo) y la ejemplaridad (que implica la adhesión a un código de honor y fe).

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-Sello de la Capilla de Citeaux-

El abad de Cîteaux, cuidando la globalización y el buen funcionamiento de la Orden, incluyó también en la carta las medidas administrativas. Fijó primero las modalidades de establecimiento de la orden. Así, podrá abrirse una abadía cisterciense sólo si tres monjes se encuentran en la misma región y da su consentimiento la Abadía-Madre de la Orden. La nueva abadía que se funde será como una hija de la abadía-madre.
Además, establece el funcionamiento de las elecciones para los abades, así como las cargas, las funciones y los estatutos de cada uno.
San Esteban, queriendo dar a la regla cisterciense un nombre evocador, la llamó Carta Caritatis (o Carta de Caridad) para resaltar el principal y más importante valor de la orden.

San Bernardo y los últimos años:


La abadía cisterciense floreció y se hizo más y más importante. Superó con creces la reputación de Borgoña. La reforma cisterciense interesa a mucha gente y los teólogos más respetados de forma regular afrontaron la situación del orden emergente.

Por supuesto, cada año llegaba a Citeaux un flujo constante de gente que quería vivir allí en la virtud, con la esperanza de la salvación de sus almas y así alcanzar la luz. En este contexto, un joven noble fue directamente desde su región natal de Dijon y se unió a la Orden Cisterciense. Era San Bernardo de La Bussiere.

Igual que San Esteban, quien como abad, adoraba admirar sus éxitos, San Bernardo tuvo gran éxito en el noviciado y ascendió rápidamente a los cargos más prestigiosos e importantes de la abadía. De hecho, incluso llegó a ser nombrado Rector de la abadía, convirtiéndose en una especie de brazo derecho de Alberic. Era el responsable de la celebración de los oficios y predicaba todos los domingos las virtudes y beneficios de los cistercienses. Su gran calidad le llevó a ser muy respetado, incluso por parte del clero secular y los laicos.

Después de hablar con el colegio de los nobles de Borgoña, san Bernardo, que había sido nombrado Capellán Cisterciense, fue a ver a San Esteban para obtener permiso para fundar una abadía-hija sobre las tierras de Bussiere sobre Ouche.

El Libro de las Hagiografías. Los Santos Antiguos Bernardjj2
-San Bernardo de la Bussiere-

Esteban se mostró encantado de prestar ayuda a la fundación de la segunda abadía sometida a la regla cisterciense y aceptó con entusiasmo. La noticia de la fundación de esta abadía fue sólo el principio de una larga serie. Gracias a las medidas tomadas por San Esteban en materia de globalización -y también gracias a los conocimientos y al carisma de San Bernardo- la Orden pudo instalarse en Irlanda, en Escandinavia, en la Península Ibérica, etc.

Él mismo hubiese querido participar en la expansión de la Orden Cisterciense, pero San Esteban no pudo debido a su avanzada edad. A pesar de todo se mantenía fiel a la regla que había escrito, siempre dando prueba de gran caridad. Poco a poco, iba delegando sus responsabilidades en Alberic -que se convirtió en el tercer abad de Citeaux- pero también en los jóvenes que se habían juntado para formar aquella gran familia cisterciense y les daba prueba de entusiasmo y de motivación.

Cada día podíamos verlo meditar paseándose por los grandes dominios de la abadía.

Su fallecimiento:

San Esteban de Harding, fundador de la Orden Cisterciense y redactor de la Carta Caritatis, se apagó apaciblemente en su celda de la Abadía de Citeaux, rodeado por sus hermanos de la familia cisterciense, un bello día de Mayo mientras los árboles y los arbustos del dominio estaban en flor. Lloramos mucho a su muerte y varios dignatarios, tanto religiosos como laicos, asistieron tanto a sus funerales como a su inhumación.
Fue enterrado en la Abadía de Citeaux y el emplazamiento de su tumba quedó marcado con una estatua yacente que fue realizada por un escultor borgoñón. Conservamos su corazón (cuyo relicario fue depositado en el Primado de San Juan Bautista de Lyon), su mitra (que se consagró a la abadía de Bussiere sobre Ouche) y su cayado (que se ofreció a la joven abadía de Noirlac).

El Libro de las Hagiografías. Los Santos Antiguos Lancastrejc6

Atributos:

San Esteban de Harding suele aprecer representado vestido de Abad, con mitra y báculo, casi siempre con una maqueta de la abadía de Citeaux en sus manos, recordando así que fue él su fundador. Su apariencia general es más bien sobria lo que hace referencia a su voto de pobreza.

Reliquias:

La historia de las reliquias de San Esteban de Harding es particular. Primero, su estatua yacente, al igual que la Abadía de Citeaux, fueron destruidos por Armagnacs en el momento de la guerra civil que los opuso a los borgoñones. Del cuerpo del Santo solo quedaba su corazón, que pudo ser admirado en Lyon hasta que Monseñor de Bouviers lo trasladó para ser venerado por los fieles que visiten la catedral San Esteban. La mitra, a su vez, regresó a Noirlac después del abandono de la abadía de La Bussière, donde se unió al báculo del Santo. Estas dos últimas reliquias se encuentran todavía en Noirlac.


Traducido por Casiopea
Revisado por el Padre Prior Jesús Alfonso Froissart del Campo
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MessageSujet: Re: El Libro de las Hagiografías. Los Santos Antiguos   El Libro de las Hagiografías. Los Santos Antiguos Icon_minitimeSam 17 Déc 2011 - 20:25

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Vida de Santa Hinchada.
(Patrona de los viticultores y taberneros- 22 de septiembre)



La joven Hinchada nació en 552 en Beaune, Borgoña.

Sus padres, paganos, tenían una taberna respetable en la plaza del mercado, la “Taberna de los Hospicios” (cerveza a 0,60 escudos y cartas a 6).
Eran gente seria y respetable, no rogaban al menos a los ídolos mas desconocían del mensaje la Iglesia. Sin embargo estos valientes taberneros se abastecían de vino y de cerveza de los monjes de los alrededores e Hinchada, que se ocupaba de la reserva, tenía frecuentes contactos con ellos.

Como era abierta e inteligente los monjes la iniciaron, a la vez, en la fe y en la enología. Fue durante una de sus muy largas noches de formación y debates teológicos, en la sala trasera de la casa paterna, que fuera deslumbrada por la luz divina en el reflejo de una pinta.

Convertida y segura de su fe, Hinchada dejó a sus padres y eligió la vía de la Iglesia. Fue formada por uno de los monjes que la habían tomado bajo su protección y que había quedado impresionado por la fuerza de su fe. Experimentando la necesidad imperiosa de predicar su nueva fe se ordenó secretamente como sacerdote en 582, a pesar de las prohibiciones y consciente de los riesgos, pero segura de seguir las intenciones divinas.

No pudiendo convertirse en cura, abrió una taberna “El buen creyente” dónde hizo conversiones y dio cursos de catecismo, e incluso habría bautizado allí a creyentes con la ayuda y el apoyo del cura de Mâcon.

Dedicada a predicar para muchos espectadores y administrando su taberna con mano maestra,fue una misionera de envergadura en la ciudad y convirtió a las masas a la Verdadera Religión. Se recordará por mucho tiempo su acción caritativa hacia los vagabundos y la organización de sus concursos (o exámenes) religiosos en la taberna con lotes de cerveza que se entregaban como premio.

Después de haber convertido a la mayoría de los habitantes de Mâcon, Hinchada experimentó la necesidad de viajar y propagar el mensaje de Aristóteles. Dirigió sus pasos y su carro lleno de panes y vino hacia el vecino país germánico, en el SRING actual, para iniciarlos en el banquete de la amistad aristotélica.

Sin embargo los habitantes fueron menos receptivos a su prédica y se encontró frente a un Rey cruel y pagano, Childehald, que se negó a rechazar a los falsos dioses de sus padres. No desalentándose, la Santa predicó en público, construyó la primera iglesia en Colonia y quiso crear una taberna para facilitar su santa tarea misionera.

Pero Childehald no lo entendió así y promulgó un decreto en contra de la prédica. Hinchada lo infringió , fue acusada por el fiscal y condenada a muerte por Alta Traición. La sentencia de muerte debía ejecutarse en un lugar público para instruir a la población utilizando la herramienta de su crimen: sus santas comidas. El verdugo le hizo beber a la fuerza gran cantidad del vino pero la Santa no desfallecía y sostenida por Aristóteles soportaba valientemente su martirio, predicando al mismo tiempo aún desde el cadalso.

Childehald, loco de rabia, decidió terminar y pidió ahogarla en el último Hautes-côtes de Beaune que quedaba. Cuando retiró a Hinchada del barril, tenía su cara resplandeciente de felicidad. Delante de este espectáculo sorprendente, Childehald se arrepintió y, afectado por la gracia, se convirtió y obligó a todo su pueblo a convertirse.

Realizando su tarea terrestre y abierta la vía a la conversión de los germanos, Hinchada decidió descansar tranquilamente ante el Señor e incorporarse al Sol.


¡Desde entonces, Santa Hinchada se convirtió en la patrona de los viticultores y sobre todo de los taberneros y aún se encomiendan a ella estos o sus clientes cuando deben hacer frente a una noche agotadora de trabajo! No es raro oír en nuestras tabernas la exclamación consabida y llena de afecto para la Santa: ¡“Que Hinchada esté contigo”!

Reliquias:


• La cabeza de la Santa se conserva y venera en la Basílica de Colonia.
• El Corazón y el Hígado de la Santa se trasladaron y devolvieron a Mâcon y se conservan en el tesoro de la iglesia de la ciudad.

El Culto de la Santa:

El cultoa a Santa Hinchada se certifica en Colonia y Mâcon desde el siglo VI y sus reliquias se exponen siempre durante la procesión de bendición de la vid de Mâcon que tiene lugar el 22 de septiembre antes de las vendimias.

Citas:

• El hecho de que la comunión sea gratuita no quiere decir que podamos engañar a los fieles y distribuir jarras aguadas.
• ¡No rechazaré mi fe por todo el vino del mundo!
• ¡De verdad tal felicidad no puede ser sino divina! ¡Perdónanos Hinchada por nuestra ceguera! (Childehald delante del cuerpo martirizado de la Santa)
• Es mejor la cerveza en el cuerpo que el cuerpo en la cerveza.
• Es necesario beber con moderación y rogar con entusiasmo.
• Tengo más de corazón que de hígado pero puedo resumir todo si es dicho por amor al Altísimo.
• Si Christos no hubiera querido a mujeres sacerdotes lo habría dicho.
• Ya no creer crea una crisis de fe, demasiado beber un ataque hepático.
• Si Nuestro Creador hubiera querido que la mujer se limitara a la procreación nos habría hecho incapaces de amar a otros humanos, excepto la sangre de nuestra sangre.
• Respeto las leyes dictadas por la fe, pero si la Iglesia niega a las mujeres el sacerdocio es para darle el gusto a los emperadores y no a Dios.
• Aunque no sea mañana, un día habrá nuevas mujeres curas y hasta mujeres obispos.
• ¿Quién mejor que una mujer puede llevar a los hombres de la nariz?
• Tenía mi un cartel en su taberna “la casa no da crédito al rico, pero ofrece agua y pan a los pobres”.

Símbolo: seis rosas


Traducido por Froda.
Revisado por Casiopea.

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MessageSujet: Re: El Libro de las Hagiografías. Los Santos Antiguos   El Libro de las Hagiografías. Los Santos Antiguos Icon_minitimeSam 17 Déc 2011 - 20:25

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Hagiografía de San Jorge de Lydda




San Jorge es el patrono de la Caballería y de la Gente de Armas, simboliza el triunfo del Bien contra el Mal, la victoria de la Fe sobre la Bestia sin Nombre, la fuerza de la Fe y la valentía.

El Ducado de Lyonnais-Dauphiné lo hicieron su patrono.



I - Origen

Jorge nació hacia el 275 después de Christos, en plena Era de la Dispersión de la Fe, en la Provincia de Capadocia, en el seno de una familia rica y de alta condición. A la muerte de su padre, a pesar de que tenía sólo diez años de edad, su madre, Polychronia, convertida a la fe Aristotélica a espaldas de su esposo, lo llevó a Palestina, su tierra natal. Allí, le inculcó las Virtudes de la Razón enseñadas por Aristóteles, así como la Fe en el Amor de Dios recomendada por Christos.

Jorge creció y se hizo un hombre joven de bella apariencia, de espíritu vivo y costumbres refinadas. En el momento de su decimoctavo año, decidió abrazar la carrera militar y se comprometió en los ejércitos romanos, con el fin de defender la paz de las tierras romanas y sus habitantes. Rápidamente, su valor lo distinguió del resto, y sus superiores le nombraron tribuno de la guardia pretoriana. El emperador mismo reconoció su devoción y su coraje y lo ascendió a la dignidad de prefecto.


II - Jorge y el "Dragón" de Beryte:

Mientras Jorge regresaba a Capadocia, después de una campaña victorioso en Mesopotamia contra el rey persa Narses, atravesó la región de Beryte, asolada entonces por un ejército de saqueadores sanguinarios e impíos, comandados por un hombre cruel llamado Nahf cuya barbarie sin igual le había valido el sobrenombre de "Dragón", porque en fenicio, nahf " significaba "serpiente". Los saqueadores de Nahf se habían instalado en los pantanos vecinos de la ciudad, hacía varios años, y habían realizado allanamientos continuos sobre la región, asolando las cosechas y robando las granjas. A Todos los que habían intentado resistirles se les reventó los ojos por Nahf y sus hombres. Para protegerse de la devastación, los habitantes decidieron ofrecer cada día dos animales en tributo para calmar a los saqueadores del Dragón. Sin embargo, llegó un día en el que no hubo más bestias que sacrificar, y Nahf empezó de nuevo sus estragos. Desesperado, el rey de esta comarca aceptó que se diera cada día a una joven mujer por sorteo a los bandoleros para satisfacer sus viles apetitos.

Las semanas y los meses pasaron, y llegó el día en que la propia hija del rey, la princesa Alcyone, fue escogida para ser pasto de los saqueadores. Fue atada a una estaca de madera frente a los pantanos y abandonada así a su triste suerte. Algunos instantes después, mientras Alcyone lloraba a lágrima viva, oyó un gruñido. Creyendo llegada su última hora, cual no fue su sorpresa cuando descubrió que el ruido venía, no de los pantanos, sino de la llanura que se extendía detrás de ella. Alcyone se volvió y pudo percibir a un jinete alto, revestido de una armadura brillante que llevaba una lanza larga, y que dirigía su montura hacia ella. Llegado a su altura, puso el pie en tierra y se acercó a Alcyone que pudo distinguir, así, la gran cruz roja que adornaba su pechera blanca. La princesa le rogó que se fuera lejos de ella para salvar su vida, pero el jinete se negó y la cogió. Decía llamarse Jorge y que dedicaba su vida al servicio de Dios y a difundir Su palabra entre los Hombres. Para Jorge, Nahf era un hombre pervertido por la Bestia sin Nombre, dando prueba de los Vicios que había jurado combatir y aniquilar con la ayuda de las Virtudes enseñadas por Aristóteles y Christos.

De repente, un rugido resonó a través de los pantanos y cien hombres vestidos de negro montados sobre caballos aparecieron, avanzando en columna tras un cuerpo gigantesco que ondulaba entre los charcos de agua pútrida. Todos ellos llevaban armaduras de mallas semejantes a escamas de un verde oliva, y blandían sus espadas como centenares de ganchos acerados preparados para abalanzarse sobre Jorge y Alcyone. En su cabeza, un hombre fornido parado en toda su altura sobre ambas siluetas los miraba furiosamente. Jorge jamás había visto a un hombre tan inmundo y repulsivo, su barba hirsuta se tragaba gran parte de su cara cobriza donde sólo sus ojos inyectados en sangre se abrían a través de su casco de cuero. Apartó los ojos para preservarse de este espectáculo abyecto, pero su resolución de enfrentarse con estos infames saqueadores no se había debilitado. Levantó su lanza hacia los cielos y vivamente espoleó su caballo y se lanzó al galope hacia el "Dragón". Aullidos terroríficos se elevaron entre las filas opuestas y como un solo hombre, los saqueadores se lanzaron al asalto del guerrero solitario. Jorge se encontró encerrado en medio de un remolino de ojos encendidos de rabia y de hojas de espadas. Por todas partes donde su mirada se posaba, había un saqueador listo para caer sobre él, pero se mantuvo firme mientras el círculo se cerraba sobre él, continuó espoleando su montura hacia la de Nahf. Si bien sería sumergido por la marea humana, Jorge movilizó todas sus fuerzas y su Fe, para levantar de nuevo su brazo y hundir su lanza en medio del remolino de hombres y de hojas que se levantaban frente a él. Un grito terrorífico resonó, al cual respondieron aullidos enloquecidos. Aterrorizados, los saqueadores huyeron tan repentinamente como habían aparecido, dejando sus armas detrás de ellos.

Saliendo de su exaltación guerrera, Jorge vio a Nahf que yacía a sus pies, mortalmente herido por su lanza que se había cuajado de través de su garganta. Jorge ató al jefe de los saqueadores, ennegrecido de tanto pecado como tierra, a su caballo y regresó a Beryte con la princesa Alcyone, arrastrando el "Dragón" detrás de ellos. Fueron acogidos con alborozo y con las aclamaciones de los habitantes por fin librados de esta terrible calamidad. Jorge puso los restos de Nahf delante del rey que se prosternó ante Jorge y juró que él y sus súbditos se convertirían a la Fe aristotélica. El héroe luego reemprendió el viaje a Capadocia.


III - El martirio de Jorge:

Algunos años más tarde, el emperador de Roma convocó a Nicomedia a todos los gobernadores de las Provincias de Oriente con el fin de comunicarles sus decretos contra los discípulos de Aristóteles y Christos. Jorge, tuvo la sensación de que había llegado el momento de confesar su fe públicamente, distribuyó sus bienes entre los pobres, liberó a sus esclavos y dio paso hacia Nicomedia para rendirse a la corte imperial. Se presentó en medio de la asamblea y reprochó al emperador haber vertido injustamente la sangre inocente de los fieles aristotélicos. Dejado atónito, el emperador interrogó a Jorge sobre su creencia. Jorge respondió que creía solamente en el único Dios verdadero, aquel que Aristóteles y Christos habían profesado, y que era su creencia la que le había guiado allí sin temor, para reprochar al soberano. El emperador, temiendo la agitación, le propuso a Jorge cubrirle de honores si aceptaba sacrificar al culto imperial. Jorge negó respondiéndole:

“Tu reino se corromperá y desaparecerá rápidamente en la niebla lunar, sin proporcionarte ningún provecho; ¡pero aquellos qué ofrecen un sacrificio de alabanza al Altísimo se sentarán con Él en el Sol toda la eternidad! "

El emperador dio la orden a sus guardias de golpear a Jorge y ellos le molieron a golpes. La sangre empezó a fluir a chorros, pero Jorge se negó a abjurar de su fe. Agotado, el emperador lo hizo meter en la cárcel, con una piedra pesada sobre el pecho, pero al día siguiente, cuando fue llevado delante del soberano, el héroe continuó negando con la misma firmeza. Lo ataron pues sobre una rueda suspendida por encima de una miríada de instrumentos cortantes y lo hicieron girar. Las hojas lo hirieron un millar de veces, cortando y magullando su carne, pero Jorge siguió inflexible, superando su dolor gracias a su Fe en el Amor de Dios. Delante de tanto coraje, dos soldados se arrodillaron para confesar el Aristótelicismo y fueron decapitados de inmediato. La emperatriz misma se declaró aristotélica, y también la encerraron en el palacio.

El emperador ordenó que se echara a Jorge en un hoyo de cal viva. La cal atacaba sus principios, quemando atrozmente su cuerpo, los vapores nauseabundos invadían su nariz y lo sofocaban pero, todavía se negó a abjurar su fe. La muchedumbre admirada delante de su valentía sin límites lo aclamó y comenzó a alabar al Señor y Sus profetas. Lo obligaron luego a caminar con zapatos guarnecidos de agujas enrojecidas con fuego, pero Jorge triunfó de nuevo gracias a su Fe.

Al día siguiente, el emperador hizo comparecer a Jorge en el templo de Apolo, en presencia de una muchedumbre considerable. Fingiendo querer sacrificar en honor de la divinidad, Jorge entró en el templo y se dirigió al ídolo santiguándose. La misma esencia de la acedia habitaba estas estatuas, pero en la presencia y a las palabras del Santo Jorge, éstas prorrumpieron en pedazos, dejando escapar un olor pútrido que desapareció con un silbido. Los sacerdotes y los paganos echaron entonces a Jorge a grandes gritos y le devolvieron al palacio. Atraída por el tumulto, la emperatriz salió, hendió a la muchedumbre gritando: " ¡Dios mío, Jorge, ven conmigo! “Y se arrojó a los pies del Santo. No pudiendo contener más su rabia el tirano, cuyo corazón se había endurecido después de tanta impiedad y crueldad, ordenó decapitarlos a los dos. Pero, en vísperas de la ejecución, la emperatriz devolvió apaciblemente su alma a Dios en la prisión y pudo así morir en paz al día siguiente.

Llegado el día, Jorge fue al lugar de la ejecución, seguido de una gran muchedumbre. Dio gracias a Dios, a Aristóteles y Christos por todos sus beneficios y, pidió su asistencia en favor de todos aquellos que invocaran, con confianza, su intercesión en los siglos venideros, inclinó la nuca bajo la espada y se dirigió al Sol con el premio de la gloria eterna. A partir de ese momento una gran luz se hizo sobre el lugar, mientras que el alma llegaba poco a poco a la vida eterna y feliz que lo esperaba.

Conforme a la recomendación del Santo, su servidor transportó su preciosa reliquia a su patria, Lydda en Palestina, dónde innumerables milagros se cumplieron en la vasta iglesia que se construyó en su honor.



Simbología:

Tradicionalmente se le representa a caballo, a menudo blanco, con un dragón a sus pies, revestido de una armadura, una lanza en la mano, llevando un escudo y una bandera plateada con una cruz roja. La lanza y la cruz roja sobre fondo plateado son sus símbolos más comunes.

El dragón es una representación de Nahf, el jefe del ejército de saqueadores persas que asoló Beryte al que el Santo Jorge venció para salvar a Alcyone y liberar a los habitantes de la región. Esta imagen encuentra su origen en el mismo nombre de Nahf que significa "serpiente" en fenicio y que fue apodado " el Dragón " por los habitantes de Beryte a causa de los estragos que causaba y de su gran crueldad. Poco a poco, la importancia de esta victoria crecerá, particularmente después del martirio de San Jorge, el Dragón es una alegoría del Vicio, la victoria de Jorge es la victoria de la Fe sobre el Mal. Victoria tanto más importante y fuerte en significado, ya que aportará la Luz al reino de Beirut que se convierte al Aristótelicismo gracias a Jorge de Lydda.


Fiesta:

Se celebra el 23 de abril.


Las reliquias:

El cráneo de San Jorge en Lydda (Palestina), su armadura de la que se ignora que fue su suerte, así como la lanza con la cual derribó a Nahf, están perdidas.

Traducción por Isnarathot
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MessageSujet: Re: El Libro de las Hagiografías. Los Santos Antiguos   El Libro de las Hagiografías. Los Santos Antiguos Icon_minitimeSam 17 Déc 2011 - 20:28

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Hagiografía de Santo Tomás

Capítulo I-La infancia

1. Fue en el castillo familiar de Roccasseca donde nació Tomás una bella tarde de primavera del año de gracia 1225. Sus padres, de condición aristocrática, le inculcaron una educación basada en los principios de la razón filosófica. Su padre, alto magistrado de la pequeña ciudad de Aquino, pensaba hacer de su retoño un digno sucesor en la política. El niño mostraba predisposiciones completamente notables en las asignaturas que le enseñaba su preceptor, Albert le Gros, un ilustre personaje napolitano. Este último era dietista y sometía a su joven alumno a un estricto régimen alimenticio compuesto esencialmente por pescado y leche, con el propósito de aumentar su capacidad intelectual. Así Tomás, a medida que realizaba sus trabajos, se convirtió en una mente muy aguda. Sus razonamientos dejaban estupefacto a su maestro.

2. Al ver una colonia de hormigas Tomás le preguntó a Albert:

-Mi buen maestro, me dijiste muchas veces que mi naturaleza era ser sociable. Estos insectos son de naturaleza social, ¿esto significa que soy un insecto?

Y Albert le contestó:

- Tú razonas, Tomás, según el principio del silogismo que te hace decir burradas más grandes que tú. Pero esta forma de ver las cosas te llevará muy lejos en la política donde es necesario saber aportar las pruebas de lo grotesco que vendrá en el futuro. Te felicito.

3. Viendo en una colmena a un enjambre de abejas, el alumno todavía interrogaba a su maestro:

-Me dijiste muchas veces que Aristóteles afirmaba que el hombre es un animal social, porque posee la facilidad de la palabra. Estos insectos están claramente organizados socialmente sin tener la facilidad del lenguaje. ¿Esto quiere decir que Aristóteles se equivocó?

Y Albert le contestó:

-Blasfemas Tomás e irás a confesarte por esas afirmaciones. Aristóteles decía la verdad, y no lo contrario. Sin embargo, esta forma de ver las cosas te llevará muy lejos en la política, donde hay que saber contradecir la verdad, y hacer parecer lo falso como lo verdadero. Te felicito.

4. Y he aquí como transcurría la dulce existencia del joven Tomás, entre juegos intelectuales y justas verbales con su maestro.

5. Pero entonces, Tomás comenzó a mostrar un interés muy particular en las cosas del espíritu, para desesperación de su padre. Y el joven contaba sus intenciones a quienes querían oírle:


-Así como es mejor iluminar algo que solamente reflejarlo, también es mejor transmitir a otros lo que hemos contemplado que sólo observarlo. Yo jamás haré política, yo quiero enseñar.

Tales palabras generaban una inmensa furia en su padre, quien respondía a su hijo:

- Eres mi único hijo y harás lo que yo te diga que hagas, te guste o no. Serás alcalde como yo y algún día conde, yo te lo ordeno.

6. Este conflicto llegó a empeorar, padre e hijo se mantenían inamovibles en sus posturas. El primero, exasperado, hizo mandar al segundo a un monasterio Franciscano.



Capítulo II-Los años de estudio

1. Tomás , al principio, se arrepintió al encontrarse con la hosca compañía de estos monjes austeros que tenían una reputación infame. Pero pronto cambió de opinión, al descubrir el placer y la satisfacción que proporciona el estudio de la teología. Cómo nunca había sido iniciado en esta ciencia siguió las enseñanzas de sus maestros con entusiasmo y seriedad. Sus compañeros lo tomaban por un idiota, Su impenetrable silencio no traicionó jamás la grandeza de su espíritu. Su aspecto físico, que era poco agraciado, lo hacía poco carismático. Sufría de un sobrepeso patológico y poseía un cuello muy musculoso que unía su cabeza con el resto de su cuerpo. Todo esto le valió el apodo de “Buey mudo”. Nos burlábamos de él, pero los franciscanos tenían la costumbre de tratar con respecto a los que les parecían diferentes.

2. Pero un frío día del invierno de 1245, mientras Tomás asistía al seminario de teología práctica, se oyó por primera vez, el timbre de su voz. El profesor tuvo la desgracia de afirmar en sustancia, que el intelecto, a través del juego de la razón, podría superar por si solo todos los misterios de la fe.

3. Tomás comenzó a replicarle, para consternación de la audiencia, diciendo que...


- Grandes son los misterios de la fe, y nuestra capacidad de razonar no es nada en comparación de los propósitos de Dios que siempre serán desconocidos para los simples mortales que somos.

Continuó, afirmando que:

-La naturaleza siempre puede ser doblegada por la Gracia, que es su trabajo, y cuando la segunda actúa en la primera a través del poder de los milagros, nos deja como insectos, en la comprensión.

4. El maestro estaba contrariado y quiso imponer al alumno una lección de filosofía:

-La razón es la luz que Dios nos confió para comprender su mensaje, de lo contrario ¿Por qué estamos dotados de esta? Cállate pues, buey mudo, como sabes hacerlo tan bien ya que parece que tu intelecto no está lo suficientemente experimentado como para comprender los misterios de la fe.

Los estudiantes se burlaron de Tomás, quien, sin perder la compostura, le respondió al profesor:

-La razón es la ciencia de la naturaleza, ahora bien, la naturaleza es sólo la obra de Dios. Estudiar y conocer la naturaleza no es conocer a Dios, sino solamente su obra.


5. Esta vez, el maestro se enfadó e hizo esta advertencia a su estudiante:

- ¿Pondrías tú en duda la palabra de Aristóteles, que fue tocado por la santa y profética razón de Dios?

Y Tomás le replicó, siempre con calma y con mucha mesura:

- Aristóteles es santo porque él reveló la materia en su verdadera naturaleza, a saber, el de la creación divina. Pero él mismo es un efecto de la primera causa, que es Dios. Sólo la fe, sólo el abandono de sí mismo a lo espiritual, en la plenitud y la beatitud contemplativa, puede permitirnos tocar a Dios.

6. Estas fueron las últimas palabras de Tomás en el seno del monasterio franciscano, ya que fue expulsado por su impertinencia. El rector pronunció estas palabras en el momento en que pateaba el trasero del joven caído en desgracia:

- Ya que esas tenemos jamás te beneficiarás de la movilidad social franciscana. Nunca serás cardenal. ¡Nah!



Capítulo III: El vagabundeo

1. Tomás, expulsado del monasterio franciscano y despojado de su pertenencia a la orden, se encontró entonces en la difícil condición de vagabundo. Vagaba casi desnudo por las calles de Nápoles en busca de un destino. Siempre había tenido el deseo de viajar y se dijo que esta era una muy buena ocasión. Así pues, se alistó en los caminos de los Reinos, tomando la dirección del norte.

2. En el camino se encontró con un vendedor ambulante. Este vio en que triste estado se encontraban los pies desnudos de Tomás, que se encontraban ensangrentados tras haber caminado durante varios días sobre las piedras afiladas. El mercader increpó a Tomás en estos términos:


- ¡Hola! ¡Caminante! ¿Has visto que tus pies están heridos? Justamente allí tengo un par de calzas que puedes ponerte y así poner fin al calvario que pareces vivir.

Tomás se sorprendió de la repentina atención hacia él y respondió al que tan amablemente se preocupaba de su suerte:

- Bien, amigo, no puedo más que aceptar esta agradable propuesta.

Las calzas se ajustaban perfectamente y en efecto facilitaban su marcha.

3. Dió las gracias al comerciante cuando estaba a punto de reemprender la ruta, pero este dijo a Tomás:


-¡Eh! ¡Estás contento! Son sesenta escudos y debes pagar al contado!

Y Tomás le replicó:

-¿Contento? ¿Cómo puedo estar contento de pagar esa suma para gozar de tu caridad?

El vendedor estaba consternado y respondió:

- Pero, pero… ¡No se trata de caridad! Hago bien si me enriquezco. Yo no doy nada amigo, yo vendo.

4. Tomás le lanzó una mirada reprobatoria, antes de proseguir:

-¿Enriquecerte? ¿Así quieres enriquecerte? ¿Sobre la espalda de un pobre vagabundo? ¿No tienes un poco de moral? ¿Ignoras los preceptos de la virtud aristotélica? El tiempo que pasas enriqueciéndote no lo pones al servicio de la comunidad. Nos enriquecemos sólo en detrimento de otros. En verdad es más fácil que un rico entre en el Reino de los Cielos que una vaca pase por el ojo de una aguja. Se caritativo, como Christos te lo enseña.

5. El mercader no lo entendió y respondió a Tomás en estos términos:

-Sí, sí, es verdad ¿Me has mirado bien? ¿Debo darte unas calzas como esas sin nada a cambio? Vete al diablo, miserable.

Y Tomás le devolvió las calzas al vendedor, lanzándole esta advertencia:

-Eres tú quien irá, pobre pecador.- Y prosiguió su camino.

6. Por casualidad durante su marcha, hizo una parada en Alais, en Languedoc. Después de haber charlado en una taberna con algún responsable local, que apreció su erudición y su visión justa de las cosas, le ofreció la posibilidad de hacerse consejero condal, y él aceptó.




Capítulo IV: El espejo del príncipe.

1. Tomás se encontró pues al servicio del Conde de Languedoc. Este último venía cada tarde para pedir consejo, preocupado por basar su política en los principios aristotélicos, que Tomás parecía conocer muy bien.

2. Un bello día, el señor vino a anunciarle su voluntad de iniciar una guerra contra un condado vecino:


-Estos cerdos han ofendido mi honor, voy a darles una buena lección- dijo.

Tomás expresó su desacuerdo con estas palabras:


- Mi señor, usted no puede derramar sangre de fieles, por una cuestión que no toca más que su honor.


El conde estaba descontento, y preguntó a Tomás cuál era la razón para contradecirle. Tomás le respondió así:

- “Con todo el respeto debido a su rango, es necesario que sepa que su espada no podrá salir de su vaina sino con el permiso de la iglesia, al menos con su bendición”.

3. El Conde no entendía en absoluto esta posición y así se lo hizo saber:


- Pero yo soy un príncipe, así que haré lo que mejor me parezca. Tú me dijiste hace poco que necesitaba distinguir bien lo que es de la esfera espiritual de lo que es de la esfera temporal, ¿no? Ahí está, la guerra entre condados es una cosa que escapa del espíritu. No hay nada más terrenal.

Tomás le respondió:

- En efecto, mi señor. Pero esto no significa que las dos esferas estén en el mismo nivel. Todo el poder viene de Dios por el pueblo. La autoridad temporal es autónoma en tanto ella conserve este principio en su memoria. Así pues, ella sólo puede gobernar respetando la norma en la que está basada, con el consentimiento de la iglesia. Debe conformar sus acciones con las opiniones del clero, y en particular la de Su Santidad el Papa, el soberano de todos los soberanos.

4. El Conde no apreciaba ni medianamente estas declaraciones y se lo hizo saber a Tomás:


- Lo que dices es falso. Mi poder emana del pueblo, en efecto, pero sobre todo del rey, que es mi soberano. La iglesia no tiene que nada que ver. ¡Quiero que me aconsejes, como lo haces, pero que jamás me impongas! ¡Estoy hasta los huevos!

Tomás sin desmoralizarse en absoluto, replicó al señor:

- El rey ejerce también su poder de Dios. Y así como el pueblo no hace más que cumplir la voluntad de Dios colocándolo en su trono, su poder es de naturaleza divina por lo alto y por lo bajo. La espada que usted blande le he es confiada por Dios, desde luego no directamente, pero Dios es la causa primera de todas las causas y de todos los efectos. No hay ninguna duda de que Él es también la causa de su autoridad. Ahora bien, la iglesia es depositaria de la palabra divina, usted debe obedecerla. Es así, a menos que usted se rebaje a la condición de tirano.

5. El Conde, encolerizado, dijo estas palabras:

-¡Y aunque fuese un tirano dudo que Dios me fulminase en este momento!

Y Tomás concluyó:

-Por supuesto que no, pero sería arrojado al infierno por el pueblo rebelde. Si un poderoso se convierte en tirano, la iglesia debe llamar al que le confió su poder, es decir al pueblo, a sublevarse contra él y optar por (hacer clic en la opción)“Tomar por asalto el castillo” , es decir cumplir la voluntad de Dios”.

6. El conde tuvo suficiente con la discusión y agarró a Tomás por el cuello con el fin de lanzarlo fuera de su castillo:

- No eres más que un pobre consejero. Encontraré otro. ¡Por mi fe, eres una cruz!

7. Y Tomás se encontró, una vez más siendo un vagabundo



Capítulo V El Retiro espiritual

1. Tomás tomó de nuevo los caminos de los reinos. Sus pasos lo llevaron esta vez a Clermont, donde la suavidad del clima y la soberbia de los paisajes le dieron ganas de instalarse. Con sus propias manos construyó una ermita retirada de la agitación del mundo, para efectuar allí un retiro espiritual. Tuvo el deseo de consagrarse a la lectura del libro de las virtudes y de extraer la sustancia para consagrarse por completo a su obra teológica. Hizo esta reflexión:

-Bien, voy a redactar una Suma, donde las ideas se enlazaran perfectamente en un informe dialéctico irrefutable. ¡Allá vamos!

Su método fue el siguiente: Imaginó, en su brillante mente, todos los argumentos que se podrían oponer a la doctrina aristotélica, para lo cual se inspiró en sus lecturas de los teólogos espinozistas y averroístas, y se dedicó a elaborar un conjunto de cuestiones a las cuales aportaba cada vez una respuesta categórica.

2. De esta empresa nació un tratado, De Veritate Fidei, verdadera arma de naturaleza teológica que combate todas las formas de heterodoxias. El pensamiento de Tomás se presentaba como un hilo que se desenrolla y con una claridad tal que solamente pudo haber sido inspirada por Dios. Terminado su retiro y su suma completa volvió al mundo.


-¡Aquí me tienes, Clermont!

Un bello día de verano, volvió pues al pueblo, con sus centenares de papeles bajo el brazo. Lo encontró presa de una agitación formidable. Los habitantes corrían en una dirección o en la otro, siguiendo trayectorias que escapaban de la razón. Tomás, que esperaba encontrar al cura, se dirigió hacia la iglesia y de camino pudo constatar que una horda de ciudadanos tomaba por asalto el ayuntamiento. El pobre alcalde declamaba con fuerza:

- Pero, Por la sangre de Dios, ¡ustedes me eligieron banda de degenerados! ¡Necesitan saberlo! ¡Yo estoy aquí, y aquí me quedo!

Y la muchedumbre le respondió en coro:

-El pan es demasiado caro,
¡No hay más trabajo!
Vivimos en la miseria,
¡Y tú en la comilona!
¡Magistrados y prelados!
Todos los cómplices
Para ellos tocarán las campanas a muerto
¡Y para nosotros la justicia!


4. Tomás continuo su camino, comprobando con estupefacción la amplitud del caos que se apoderaba de la ciudad. Al llegar a la iglesia la encontró cerrada, otros ciudadanos la tomaron por blanco de su descontento. Les oyó decir:

-Sacerdote, padre, abra estas puertas,
Es domingo, hora de la misa
Háganos felices
¡O le patearemos el trasero!


5. Tomás vio que un predicador se había puesto a la cabeza del grupo. Se acercó y le preguntó:

-¿Pero bueno, que es lo que está pasando por aquí?

El extraño personaje cuya mirada revelaba el fanatismo, le respondió:

- El pueblo está descontento. Sufre por culpa del alcalde y de la iglesia. El primero nos hunde en una profunda miseria por una gestión desastrosa y el segundo nos niega la felicidad a la cual tenemos legítimo derecho, prohibiéndonos asistir a su misa.

6. Tomás se sorprendió y preguntó a su interlocutor lo siguiente:

- ¿Pero por qué este hombre de Dios se niega a facilitar su oficio?

Recibió esta respuesta:

- Nosotros somos heterodoxos. Hace poco nos rebelamos contra la iglesia. Hemos creado la corriente platónica-ciceroniana que postula que la cruz, el símbolo de la fe, debe tener unas ramas horizontales que midan siete centímetros, y no ocho. Por eso el cura no nos deja entrar.

Tomás esta vez estaba estupefacto, y respondió:

-Esto es totalmente grotesco. Ustedes se pretenden heterodoxos pero sin embargo quieren asistir a una misa aristotélica. Ustedes reprochan al cura que les niegue una felicidad a la cual no tienen derecho. Esto no es razonable. Cuando estamos en desacuerdo con la iglesia lo asumimos y no asistimos en absoluto al oficio.

La reacción del predicador fue inmediata. Pronunció esta arenga a la muchedumbre, señalando a Tomás con un dedo acusador:

- He aquí un cómplice de este alcalde acaparador y de este cura innoble. ¡Échenlo!

7. Tomás intentó defenderse y gritó:

-¡Pero no! ¡Nada tengo que ver con el alcalde! ¡Ustedes hacen una amalgama desesperante! Necesitan distinguir lo espiritual de…Ah... ¡Suéltenme! ¡Vean como el efecto de masa los hace estúpidos!

Y la multitud encolerizada le dio la razón. Fue expulsado del pueblo.

8. Este evento tuvo una repercusión considerable en el espíritu de Tomás, que sacó esta conclusión:


- ¡Estos heterodoxos son una plaga! Debo eliminarlos de la faz de la tierra. Esta será mi misión.



Capítulo VI La prédica milagrosa.

1. Así pues, Tomás tomó la decisión de efectuar una gran peregrinación a través de Los Reinos:

- Este es mi destino- dijo-. Cuando haya pasado por todos los pueblos, El Altísimo podrá llamarme a Él.

[i]Sus sermones apasionados convencían siempre a más adeptos, que le seguían entonces en sus desplazamientos, aunque una multitud de fieles enseguida se habían convertido en su escolta. Por todas partes su palabra daba en el blanco y como si de un milagro se tratase, los heterodoxos de todas clases abjuraban, se convertían y caían de rodillas, implorando el perdón de Dios.

2. Un bello día uno de los discípulos de Tomás lo interrogó en estos términos:


- Maestro, usted difunde el mensaje de Christos y nosotros hemos aprendido que él sólo hizo milagros, que fue un ser místico. ¿Por qué no funda usted, con ese talento fantástico que le caracteriza, una nueva iglesia Aristotélica, que prefiera a Christos sobre Aristóteles?

3. Tomás oyó esta sugerencia, y respondió:

- Hijo mío, cierto es que insisto en la palabra de Christos, pero lo que me importa por encima de todo es preservar la unidad de la fe y en consecuencia la de la iglesia. Amo a todos los que llevan y transmiten la verdad de Dios y sería una aberración que se fundara esta disidencia de la que hablas, que rompería la amistad aristotélica. Sé lo que hago aquí. ¿Por qué iba yo a destruir lo que construyo? ¿Por qué debo buscar la derrota mientras voy de victoria en victoria en beneficio de la indivisibilidad de la Iglesia? No, hijo mío, no puede haber ninguna duda.

Y el discípulo cambió de opinión antes de pedir perdón.

4. Este mismo discípulo, mientras los peregrinos dirigidos por Tomás hacían un alto en Normandía, preguntó a Tomás:


- Maestro, esta tierra está poblada de herejes. Es desesperante. Tengo una brillante idea: ¿Por qué no levantamos una hoguera inmensa donde coloquemos a todos estos extraviados? De esta manera, seriamos libres y ganaríamos tiempo.

5. Tomás oyó esta propuesta y respondió:

- Tu idea no es nada brillante, hijo mío. Primero, estos heterodoxos son humanos antes que seres desviados y como criaturas de Dios nosotros no podemos eliminarlos. Además, tendríamos que malgastar grandes cantidades de madera para un uso muy pobre.

El discípulo no estaba satisfecho con la lección de Tomás y creyó que podría cogerlo en un renuncio:

- Pero, maestro, Pero si los herejes no abjuran les está bien empleado que sean quemados uno a uno. Y además, cuando la iglesia lanza cruzadas ¿no provoca la muerte de los desviados?

6. Tomás prosiguió así:

- Nunca es la iglesia misma la que levanta la hoguera, sino el brazo secular para que los herejes se entreguen. Por lo tanto, siempre mantiene las manos limpias. Y las cruzadas son totalmente diferentes. Son lanzadas contra las tierras ocupadas por los perdidos y sólo acabarán muertos quienes se interpongan en el camino de los Ejércitos de Dios. La cruzada es una guerra justa, Ad Majorem Dei Gloriam. Y ahora miraré desde lo alto.

Y el discípulo cambió de opinión antes de pedir perdón.

7. De este modo fue dirigida la más grande empresa de plática jamás realizada. La piedad estuvo a niveles inigualados en el seno de los reinos. Por todas partes se transmitía la noticia del periplo de Tomás. Y este adquirió la más alta consideración de los príncipes de la iglesia.




Capítulo VII La revelación de la muerte

1. Habiendo terminado su peregrinación, Tomás volvió a Clermont, a su ermita. El viejo edificio se había convertido en un santuario repleto de animales salvajes y de una flora exuberante, pero a Tomás, viejo y cansado, no le importaba. Se echó en la fría piedra a esperar la muerte. Durante dos días permaneció en estado de santidad. Sin comer ni beber. Se sentía débil y no tenía fuerzas para moverse.

2. La tarde del segundo día se produjo un acontecimiento extraordinario. La brisa había amainado y la tranquilidad del anochecer sólo era perturbada por algunos grillos. Tomás se abandonó a su contemplación, y sintió que llegaba su última hora. Entonces, un soplo divino hizo que se agitaran las hojas de los árboles y las plantas trepadoras y una luz sobrenatural vino para golpear a Tomás en la cara. Majestuosa, grave e inspirando recogimiento, una voz gutural se hizo oir:


- Tomás, soy yo, Christos. Abre los ojos, para que puedas verme.

3. Tomás no podía creer lo que escuchaba y pensó que debía tratarse del delirio que precedía al óbito. En un soplo imperceptible, interrogó a la voz:

- ¿Ya está? ¿Estoy muerto?

La extraña presencia le respondió:

-No, todavía no. Pero pronto lo estarás. Bueno, ¿puedes abrir los ojos?

4. Tomás hizo uso de sus últimos recursos para levantar sus párpados en un esfuerzo inconmensurable. Lo que vio fue una maravilla. Un rostro de una belleza fabulosa estaba inclinado sobre el suyo. Estos rasgos tan perfectos evocaron en Tomás una plenitud que no había sentido jamás. Se sentía sereno y reconfortado.

5. Tomás se dirigió a esta celeste aparición con estos términos:


- Usted es todavía mejor que todas las figuras que lo representan. En fin, ¿Por qué se aparece ante mí, Señor?

Christos respondió:

-Tomás he venido a conducirte al Reino de los Cielos, porque debes reunirte en el panteón de los virtuosos. Tu vida fue un modelo de excelencia y de abnegación al servicio de la fe y tienes derecho a la santidad eterna. Te anuncio que un día serás santo sobre esta tierra y una orden llevará tu nombre. Serviste bien a Dios, a Aristóteles y a mí mismo. Bendito seas por los siglos de los siglos.

Y tras estas palabras, Christos desapareció dejando en la atmósfera un perfume de piedad.

6. Tomás tuvo fuerza para responder:


-Amén- antes de rendirse.

Entonces su alma se elevó arrastrada hacia los cielos por la luz celeste.

7. Así desapareció Tomás de Aquino, cuyos restos, según las crónicas, aún permanecen en la ermita de Clermont sobre las ruinas de esta donde luego fue construida una abadía…



Traducido del francés por el Padre Prior Jesús Alfonso Froissart del Campo.

Revisado y corregido por Casiopea
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